miércoles, diciembre 07, 2011

De cómo una equivocación puede llevar a la verdad


Hoy llego cansado. Luego de varios asuntos diversos, clases y traslados, finalmente puedo llegar a escribir estas líneas.

El día ha sido de diversas emociones. Tal vez la más fuerte fue lo que calificaría como un malentendido o una mala interpretación por parte de un cliente sobre una actitud mía.

Al ir a ver a una persona, que utilizará el producto en línea que manejo sobre evaluación de honestidad, y conforme al propósito de mi visita, fui formal, pero sin más accesorios conmigo que mi teléfono con funciones inteligentes (smartphone), con la idea de mostrar las bondades de mi sistema, resaltando así la flexibilidad de aplicarlo directamente en sus computadoras o desde cualquier dispositivo móvil con acceso a Internet, sin necesidad de instalar algún programa extra.

Mi primera impresión fue de total éxito en la reunión. A esta persona le agradó la empresa y el funcionamiento del sistema. Sin embargo, hoy me enteré que el hecho de no llevar computadora o algún cuaderno para anotar lo interpretó como "muy poco profesional".

No niego que mi primera reacción fue de disgusto absoluto. ¿Por qué lo que creí que sería una buena idea acabó como un desastre?

Al reflexionar más tranquilamente, entendí que, si bien sigo sin estar de acuerdo con la apreciación, podría haberlo evitado llevando, como siempre lo hago, mi computadora portátil.

¿Fue un error? Aún no lo determino, pero esta situación me ha hecho pensar en lo difícil de aceptar una situación como esta. Le damos demasiada importancia a lo que los demás piensan de nosotros, sea verdad o sea error lo que piensen.

He escuchado muchas veces en la vida: "errar es de humanos", "de los errores se aprende", "el que nunca se ha equivocado, no sabrá enfrentar el fracaso", o frases similares que incluso las he dicho como consuelo a más de uno.

Pero, al momento de vivirlo, ¡qué difícil trago! Y viene el pensamiento: "Ojalá no lo hubiera hecho".

La aceptación no es una simple resignación, pues si nos quedamos en ésta, terminaríamos con una distorsión del error magnificándolo. No aceptarlo, simplemente lo dejaría en el otro extremo. Hay que ver las cosas como son, sin importar qué es lo que piensen los otros. Tomar lo bueno (que lo tiene) y corregir lo que convenga, si es posible y es el caso.

Lo mismo con los errores de otros, sobre todo si no son con dolo. Pero también si es voluntario porque aunque que error es portarse mal, no conocemos todos los motivos de la actuación de una persona, aunque los hechos no los aprobemos. Comprensión, pero también con uno mismo.

Por lo pronto, siempre llevaré mi computadora a las reuniones.

Hasta aquí con esta reflexión, pero continuará... cada día de la vida. De nosotros depende el final.

Imagen: "Torre de Babel" - Pieter Bruegel (1525 - 1569)

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