lunes, noviembre 21, 2011

De cómo la sencillez de las cosas complicadas facilita la comprensión de la vida diaria


Simplemente ahí se encontraba. Su mirada fija en eso que le llamaba la atención. De pronto, sintió algo que perturbó su tranquilo andar entre los oscuros objetos que en la noche se encontraban. Al voltear, su mirada quedó completamente fija, sin parpadear ni un segundo.

Como si hubiera pensado: "si me muevo no sé qué sucederá"; permaneció inmóvil para tratar de acertar en lo que la figura amenazante que observaba planeaba realizar con él.

Pasaron un par de minutos sin que ni uno ni otro movieran siquiera un átomo del aire. Finalmente, la asustada criatura decidió que era mejor correr.

Y su "amenaza" quedó perpleja de cómo la sencillez de las cosas complicadas facilita la comprensión de la vida diaria. Los movimientos titubeantes pero seguros le permitieron a la criatura asustadiza estimar lo que debería hacer.

Mientras su amenaza, ante situaciones más sencillas, muchas veces no ha sabido tener esa decisión de pausarse para reconocer el entorno y "decidir".

Esa "amenaza" no lo era en realidad: era yo mismo observando afuera de mi casa cómo reaccionaba un tlacuache (zarigüeya) cuando ambos nos sorprendimos con nuestras presencias.

Sé que esos marsupiales suelen hacerse los muertos cuando reconocen que la amenaza es inminente. Podría haberse hecho el muento desde un inicio.... pero no: corrió. Era la opción más conveniente y pudorosa.

Nuestro peludo amigo con cola de rata y cabeza de zorrillo, al toparse conmigo hace un par de días, me dio mucho en qué pensar: no puedo dejar que... ceteris paribus. Las cosas queden estáticas nada más.

Imagen: "Café en Arles" - Vincent van Gogh (1853-1890)

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