jueves, noviembre 24, 2011

De cómo la llegada de un nuevo ser genera expectativas


No es sencillo describir la sensación de ser tío por primera vez (aunque imagino que será más sencillo que explicar la de ser padre). Lo que sí puedo describir es cómo el próximo nacimiento de mi sobrina ha cambiado la conducta de mis padres y la mía.

Antes, al ir a los centros comerciales, mis papás pensaban en artículos personales y para los hijos. Ahora, todo es entrar a tiendas de bebés: se pueden encontrar artículos de lo más inverosímiles para los nuevos en el tema: baberos impermeables, esterilizadores de mamilas, etc.

Y de los juguetes, ni qué decir. Es como volver a ser niño (y eso que será sobrina, porque si fuera sobrino ya estaría viendo qué pokemón o qué transformer le regalaba).

Pero lo más sorprendente fue cuando Paola (mi hermana) me dijo que habían subido su mesa de regalos a Liverpool (creí que eso era nada más para las bodas).

Al abrir la lista de regalos, me encontré con una cantidad de artículos que me hizo caer en la cuenta lo trascendente de el nacimiento de un bebé: claro, es un ser incapaz de hacer las cosas por sí mismo y necesita de sus padres para salir adelante. Y los tiempos modernos han contribuido a que esto se lleve a cabo más eficientemente: no todo son juguetes y sonajas.

Lo que más me llamó la atención fue un brincolín. Una especie de sillita voladora donde el pequeño niño se coloca para que con sus movimientos "flote" el el aire. Debo confesar que a mi edad se me antojaría subirme a uno.

Creo que ese será mi regalo.

Imagen: "Hombre hilando con una campesina y un bebé" - Jacob Toorenvliet (c. 1635 - 1719)

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