viernes, noviembre 25, 2011

De cómo casi presencio un accidente extraño


El día de ayer, caminaba en el estacionamiento de Plaza Real, lugar comercial conocido en Monterrey, cuando observé un auto que entraba al estacionamiento como si fuera en piloto automático. Como vi que iría derecho al camino que iba a tomar, me detuve; más al ver que otro carro cruzaría frente al primero.

Sin embargo, todo eso que les comento, no parece haberlo captado igual la persona que conducía hacia dentro. Se le atravesó sin más al que venía enfilado. ¡Por poquito! La verdad es que me asusté, pero más me sorprendió que el auto infractor continuara a la misma velocidad como si no se hubiera percatado de que por poco provoca un accidente.

Me asomé un poco más para distinguir quién conducía el auto: no vi a nadie dentro. Más susto. No me quedé tranquilo y seguí con la vista el misterioso automóvil (nunca antes tan propiamente dicho).

Se estacionó en un cajón para personas con capacidades distintas, pero solo un momento porque inmediatamente arrancó hacia adelante (casi derribando el letrero de discapacitados) para estacionarse en la siguiente fila de autos, también en el lugar reservado.

Esperé a que descendiera el conductor. Lentamente se abrió la puerta del acompañante. Un par de segundos después, la del automovilista. De ambos lados, comenzó a vislumbrarse un par de pequeñas cabezas blancas que apenas si superaban la altura de las puertas. Pasados unos tres minutos, terminaron de descender del carro. La conductora resultó ser una señora de, según le calculé, unos 90 años. Su acompañante, otra señora de aproximadamente la misma edad.

Ambas se dirigieron a la plaza como si nada hubiera sucedido. Parece que no se dieron cuenta de mucho.

Por un lado, da gusto ver que las ganas de vivir de esas señoras es ejemplar; pero por otro lado, esas ganas podrían verse truncadas si se repite la escena que observé, pero con final trágico. Estas señoras ya no tienen los reflejos ni los sentidos alerta para conducir.

La responsabilidad de ser conscientes de nuestras limitaciones es parte de la madurez personal. No importa a qué edad. Además, esa consciencia permitirá que podamos crecer porque nos trazaremos el camino de nuestras metas desde un punto de inicio real (el de nuestras limitaciones) y no desde una ficción, que solo nos hará creer que avanzamos (como el carro de esta historia) pero problemente no nos haga llegar a nuestro destino final.

Imagen: "Vieja friendo huevos" - Diego Velázquez (1599-1660)

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