martes, enero 03, 2012

De cómo una rosca de Reyes descubre el fondo de las tradiciones

Al finalizar la clase del día de hoy, partimos una rosca de reyes el grupo y yo. La pagamos entre todos y quedamos que los que sacaran el muñeco llevarían lo tradicional para el 2 de febrero, que coincide con el último día de clases del tetramestre.
El primero que partió la rosca inmediatamente sintió como había algo de plástico en el primer intento: el primer muñeco. Lo más impresionante fue cuando partió el otro lado que quería para completar su pedazo y...... ¡sorpresa!, otro muñeco.
La siguiente persona que partió la rosca, nuevamente repitió muñeco. El tercero en partir, confiado en que no habría problema, también obtuvo muñeco.
Y así, de ocho personas que partimos rosca, cinco tendrán que pagar el 2 de febrero, aunque no se si al momento de repartirse los gastos, el que tiene dos muñecos pague doble.
Un alumno me preguntó: ¿qué traemos para la Candelaria? Mi respuesta fue: Pues obvio, tamales. Pero la respuesta me desconcertó: Eso ya es muy noventero. Mejor pizza o algo así.
Sigo aún tratando de procesar la información.
No pude sino recordar el musical "El violinista en el tejado". Las tradiciones no son solo una forma, tienen un fondo detrás. Si la forma no deja de reflejar el fondo verdadero, no hay problema, si lo distorsiona, entonces sí sería traicionar algo más profundo que la mera forma de la tradición.
La Rosca de Reyes es una tradición de origen francés. Dudo que en sus inicios esta tradición haya incluido los tamales. Sin embargo, su arraigo en México, está íntimamente ligado a ellos, en todo el país; lo único que cambia es si es tamal norteño (delgado pero bien condimentado), del centro (con más masa que guiso) o del Sur (envueltos en hoja de plátano); dependiendo de la región del país... pero tamales.
Aún no llego a una conclusión, tendré que investigar. 


Imagen: "Adoración de los Magos" - Alberto Durero (1471- 1528)

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